3 de octubre de 2024 16:34 PM
Imprimir

Ahora el campo ayuda al ambiente…?

Escribe Susana Merlo

Después de mucho tiempo de casi demonización que duró varias décadas, hace muy poco atrás, la tendencia parece que finalmente comenzó a revertirse. Hasta ahí, mundialmente, “el campo” era considerado como el villano ambiental. Se lo hacía aparecer como la causa de todos los males, y lo que hacía prever un dramático final de la civilización tal como se la conoce (según la versión más radicalizada).

Y, aunque algún asidero podía haber en tales afirmaciones, siempre distaron de la catástrofe que preconizaban seudo ambientalistas, científicos de laboratorio, “verdes” desinformados, y algunos que, tal vez, tenían otras intenciones ya que, simultáneamente que se ocupaban del meteorismo de las vacas, y sus consecuencias “fatales” (según ellos) para el hombre; o el “arboricidio” de quienes osaban sacar un árbol para producir granos, o carne, o plantaciones de otros árboles, nada decían por ejemplo, del terrible impacto ambiental del transporte en todas sus formas. O de la universalización del plástico y de las fibras sintéticas, actualmente en franco retroceso.

¿Sabrán, por ejemplo, que un vuelo de Bruselas a Roma genera “por pasajero”, el equivalente a 500 kilos de anhídrido carbónico??. Media tonelada per cápita de contaminación, solo por el vuelo, pero de eso no se habla. Y lo mismo ocurre con el transporte camionero, los buques y, naturalmente, los autos, entre otras muchas cosas.

La cuenta que se proyecta es que el 30% de las áreas rurales, deberán alimentar al 70% de las ciudades, y ahí surgen varias preguntas y dudas: ¿puede ser que “el campo” sea más contaminante que las urbes, o la industrias?, o es al revés?. Y lo más importante, ¿como creen que se podrá llegar a producir semejante cantidad de alimentos?.

Y, aunque más de uno se pregunte como se llegó a este punto, basta solo con mirar un poco alrededor para ver que los intereses, económicos y políticos, fueron los que primaron sobre al sentido común, la ciencia “dura”, y hasta el mismo bienestar de la gente.

Caso contrario como se podría explicar que aún se mantenga el “reinado” de los combustibles fósiles, cuando hace más de medio siglo que se conocen sus efectos nocivos, y que hay energías alternativas mucho más limpias para usar. ¿O acaso el Plan Alconafta de Brasil no tiene más de 50 años?.

Que decir de la pérdida de fibras vegetales como el lino, el cáñamo, el sisal; o de las animales como la lana, o la vicuña, entre muchas otras, todo para entronizar derivados de la petroquímica, sintéticos.

¿Y los envases?. ¿Y las bolsas y redes de materiales plásticos convencionales que contaminan tierras y mares??.
Los ejemplos son infinitos al punto que en China aún se está utilizando carbón vegetal como una de las principales fuentes de energía.

Pero el hombre, causa primaria de buena parte de la degradación ambiental, también es el que encuentra luego las soluciones, y las alternativas que van superando los escollos. Y hay que reconocer que en esto, “el campo” argentino es líder, ya que como ningún otro sector está a la vanguardia de los avances que van disminuyendo el impacto ambiental. Incluso varios de ellos son “inventos” argentinos. Ahí aparece, por ejemplo, la labranza cero, que está permitiendo la recuperación de miles de hectáreas productivas desde su puesta en marcha. En otros casos, la adopción de las tecnologías de avanzada es tan rápida como la rentabilidad lo permite. Allí se inscriben la marcada disminución en la toxicidad de los agroquímicos , (en general, menor a la de la mayoría de los productos de uso hogareño); la baja sensible en los volúmenes de uso, vía la eficiencia y el mayor aprovechamiento de los productos; la nueva generación de líneas “bio” en insecticidas, herbicidas, e inoculantes, y hasta la fertilización que está sufriendo cambios con la vuelta a las enmiendas, los orgánicos, y el retorno de los históricos verdeos.
Todo apunta a cuidar la máquina de producir: el campo.

Por supuesto que la maquinaria agrícola, lejos de ir a la cola, también va liderando los cambios al punto que la asociación que nuclea a los fabricantes (AFAT) informó recientemente que ya cuentan con motores de gestión electrónica mucho más eficientes que los de gestión mecánica, ya que consumen menos gas oil. También lograron motores que funcionan 100 % con gas licuado (metano) proveniente de residuos animales utilizados ahora como recurso energético; o los totalmente eléctricos. Ni hablar de los que pueden funcionar 100% a biodiesel (algo que la industria automotriz parece no poder lograr, al menos aquí, en Argentina, ya que en Noruega, por ejemplo, hay más autos eléctricos que a nafta).
Y son cada vez más variadas las tecnologías que las empresas ofrecen atendiendo al menor y mejor uso de combustibles fósiles, además de la utilización de fuentes de energía alternativas, incluyendo la adopción de orugas más eficientes en el aprovechamiento energético y que compactan menos el suelo, en lugar de las cubiertas tradicionales para la maquinaria pesada, y hasta en las tolvas.

La ingeniería genética, que directamente incorpora en los cromosomas la resistencia a distintas plagas y enfermedades; la agricultura de precisión, la utilización del laser en el control de malezas; los cruzamientos, inseminación, sexado, transplantes embrionarios para lograr una de las mejores carnes del mundo. Y ahora se agrega, además, la nueva ganadería de precisión junto a los más recientes feed lots ecológicos, que ponen otra vez a la Argentina como líder en materia ambiental y de bienestar animal.
También los drones, big data, robótica, etc., son todas tecnologías que el productor argentino ya conoce, aunque no todas se pueden adoptar todavía debido a las políticas económicas erróneas de los últimos 25 años que dinamitaron la rentabilidad de la empresa-campo, impidiendo consolidar su crecimiento.
De ahí que también se justifique el rechazo que, en general, se tiene a las normas que se tratan de imponer “desde afuera”, ya que la realidad local, en muchos casos, está en las antípodas de lo que ocurre, por ejemplo, en los grandes países del Hemisferio norte que, generalmente, son los que tienen más peso a la hora de las decisiones internacionales.

“No podemos aceptar imposiciones que se alejan de nuestra realidad y que priorizan agendas externas por encima de las necesidades de los productores argentinos”, (Agenda 2030- Pacto del Futuro), de un dirigente agropecuario nacional que debió agregar: “que ellos mismos incumplen”.

Publicidad