Convierten residuos de la industria pesquera en un bioproducto que reduce el uso de agroquímicos
La pesca de langostino se multiplicó por diez en la última década, relacionada con el aumento de la temperatura del mar, que favorece la proliferación de esa especie. El problema es que la actividad genera enormes cantidades de desperdicios (se desechan anualmente miles de toneladas de cabezas y caparazones) que además de contaminación, generan un desbalance en el ecosistema: atraídas por el langostino, crecen las poblaciones de gaviotas, que a su vez lastiman a las ballenas.
Buscando la forma de valorizar esos residuos, la bióloga Claudia Casalongue y la ingeniera en materiales Vera Álvarez, investigadoras del Conicet y de la Universidad Nacional de Mar del Plata, descubrieron que el caparazón de los langostinos contiene una sustancia, el quitosano, que genera una mejor absorción de agroquímicos y, por lo tanto, reduce su uso en los cultivos.
“Al combinar biotecnología, nanotecnología e ingeniería de materiales, obtuvimos una partícula, un polvo más precisamente, que maximiza la reacción en la planta y además es más versátil para pegarse a los agroquímicos y así aplicarlos en todo tipo de cultivos”, explican las científicas.
Para llevar este desarrollo del laboratorio a la góndola, fundaron en 2022 Unibaio, una startup dedicada a la producción de nanocápsulas que mejoran la eficiencia de los agroquímicos, combinando ciencia y un enfoque de economía circular. Las emprendedoras afirman que “adicionar este bioproducto en la fórmula de agroquímicos convencionales permitiría reducir hasta en un 60 por ciento el uso de insecticidas y herbicidas, con el consecuente beneficio ambiental y social”.
“Tanto Claudia como yo trabajamos en Ciencia Básica toda la vida, y queríamos que lo que hacíamos en el laboratorio le sirva a la gente”, contó Vera Álvarez durante el encuentro de Empresas B 2024, que agrupa a empresas de triple impacto (económico, social y ambiental), realizado el 8 de noviembre en Mar del Plata.
“Esto fue posible gracias a que nuestro proyecto fue incubado en la Universidad Nacional de Mar del Plata junto con otras empresas de base tecnológica, como una compañía que usa nanotecnología para fabricar tablas de surf recicladas. Y nosotras también usamos nanotecnología para fabricar las microcápsulas”, comentó Álvarez, quien actualmente preside la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN).
De la idea al producto
En su fase inicial, la compañía, que hoy cuenta con 18 colaboradores, en su mayoría técnicos y científicos, obtuvo un aporte no reembolsable de la (ex) Agencia Nacional de I+D+i (convocatoria PICT Start-up), lo que les permitió optimizar la síntesis de quitosano a partir del residuo local. Luego recibieron aportes del Fondo de Inversión de SF500 (de la firma Bioceres y el gobierno de la provincia de Santa Fe) y de la aceleradora internacional de biotecnología IndieBio, que además de dinero, aportaron conocimiento del negocio y contactos con clientes (principalmente compañías de agroquímicos).
Actualmente, Unibaio se encuentra en una fase de testeo de sus productos en el campo, al mismo tiempo que llevan adelante trámites regulatorios para la aprobación por parte del Senasa de un “acondicionador biológico” que llegaría al mercado en 2025.
Actualmente, Argentina ostenta el récord de vertido de agroquímicos con fertilizantes, con 4,6 millones de toneladas anuales de fertilizantes y más de 300 millones de plaguicidas, en un modelo de agronegocios que solo incrementa la contaminación, impacta en la salud de productores y consumidores, y profundiza la salida de divisas (ya que gran parte de estos insumos son importados).
En tanto, países como los de la Unión Europea establecieron barreras al ingreso de productos con agroquímicos, y los consumidores exigen cada vez más alimentos que cuiden la salud y el ambiente.
Por el momento es difícil reemplazar, en cultivos extensivos, los fertilizantes y pesticidas convencionales por similares biológicos de similar efectividad y precio. El bioproducto desarrollado por Unibaio ofrece una alternativa en esa transición: seguir usando químicos, pero reduciendo la dosis a menos de la mitad. Y, al mismo tiempo, dar uso a un residuo que es en sí mismo contaminante.
Los insumos y el conocimiento para esta solución no faltan: “Con el volumen actual de procesamiento de langostinos en Argentina, se pueden encapsular suficientes dosis de herbicidas para todo un año en el mundo”, aseguran en la startup marplatense.