El hito científico español contra las garrapatas que va a transformar la industria ganadera
Las garrapatas saltan a las noticias en España tan solo de vez en cuando, por ejemplo, si aparece algún caso letal de fiebre hemorrágica de Crimea–Congo. Aunque cada vez es más frecuente, en nuestro ámbito sigue siendo excepcional. Sin embargo, la picadura de estos parásitos, que se alimentan de la sangre y transmiten esta y otras muchas enfermedades a personas y animales, es un drama diario en algunas zonas del mundo, especialmente, países donde la vida y la economía gira en torno al ganado.
Un grupo de investigadores españoles ha trabajado durante casi una década para cambiar esa situación y el resultado promete tener un impacto internacional espectacular. Uganda está comenzando a producir las primeras dosis de una nueva vacuna contra las garrapatas del ganado que es fruto del esfuerzo de José de la Fuente, Marinela Contreras y Christian Gortázar, científicos del Grupo de Sanidad y Biotecnología (SaBio) del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC, centro del CSIC, la Universidad de Castilla-La Mancha y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha), ubicado en Ciudad Real. El país centroafricano espera producir 30 millones al año.
En todo el África subsahariana, la ganadería se ve diezmada por enfermedades que transmiten las garrapatas. En Uganda, causan pérdidas anuales de entre 678 y 922 millones de euros, sobre todo por el 30% de mortalidad que causan en los terneros, con la consiguiente disminución de la producción de leche (169 millones de euros) y carne (420 millones de euros). Hasta ahora, el remedio era casi peor que el problema, porque este país importa cada año cientos de miles de litros de acaricidas químicos contra el parásito y su efecto es terriblemente negativo: la contaminación ambiental no solo afecta a animales y a personas, sino que está provocando la aparición de garrapatas resistentes a estos tratamientos.
La historia empezó a cambiar en 2015, cuando la Organización Nacional de Investigación Agrícola de Uganda (NARO) contactó con el IREC. Este centro de investigación manchego había incorporado a José de la Fuente, responsable del desarrollo de una vacuna contra las garrapatas en los años 90 en Cuba, un producto que aún se comercializa en algunos países de Latinoamérica, pero que es bastante insólito, porque las empresas no están interesadas en un mercado con escasa rentabilidad económica. El problema es que “no puede haber vacunas universales, porque las garrapatas tienen muchas diferencias incluso dentro de la misma especie”, explica el experto a El Confidencial, así que el grupo español ha diseñado una inmunización específica frente a ciertas especies del parásito especialmente preocupantes en África, como Rhipicephalus appendiculatus, Rhipicephalus decoloratus y Ambyomma variegatum, que transmiten varias enfermedades al ganado bovino (anaplasmosis, babesiosis y cowdriosis) y la fiebre Crimea-Congo a las personas.
Una protección extraordinaria
Generalmente, las vacunas protegen frente a un agente infeccioso concreto, como un virus, pero en este caso la estrategia se centra en el pequeño animal que sirve de vector, es decir, que transmite el patógeno. El antígeno (la sustancia que provoca que el sistema inmunitario fabrique anticuerpos frente a la amenaza exterior) procede de una proteína llamada Subolesin, presente en varias especies de garrapatas. A partir de ella, los investigadores han desarrollado una vacuna recombinante (sintética) que se administra como inyectable.
Una reciente publicación en la revista NPJ Vaccines, del grupo Nature, demuestra que es segura y que tiene una eficacia/efectividad del 98,8%, según los ensayos de campo realizados en granjas de Uganda con diferentes razas bovinas y condiciones muy variadas en cuanto al clima y la diversidad. Los investigadores han comprobado que la presencia de anticuerpos en respuesta a la vacuna permanece en los animales hasta 13 meses después de la primera dosis, así que sería necesario vacunar a los animales una vez al año para mantener la protección.
Sin embargo, los científicos esperan que el impacto de la vacunación sea mucho más potente a largo plazo, porque la inmunización del ganado tiene efectos colaterales muy positivos. “Al alimentarse de la sangre del animal que está vacunado, la garrapata ingiere los anticuerpos que ha generado”, explica José de la Fuente, “y estos anticuerpos afectan a su desarrollo y a su reproducción“. De esta manera, aunque la vacuna no evita que el parásito pique, con el tiempo “se va reduciendo el número de garrapatas y la transmisión de enfermedades”.
Por eso, el impacto que va a tener esta vacuna, que se denomina NAROVAC ATV-1 y ya está aprobada por el Consejo Nacional de Uganda para la Ciencia y la Tecnología, va mucho más allá de la inmunización de los animales. “Allí la ganadería es lo más importante y, precisamente, la población de garrapatas se mantiene en el ganado, a diferencia de lo que ocurre en Europa, donde también hay garrapatas, pero vinculadas a la fauna silvestre”, comenta el investigador del IREC, “eso explica que en África el problema sea tan importante”.
A gran escala
Ante el desinterés de la industria, los científicos españoles se han encargado de asesorar al país africano para la construcción de una planta de producción de las vacunas. “La única forma de enfrentar el problema es transferir la tecnología al país donde se va a aplicar”, asegura José de la Fuente. En este caso, “hemos simplificado el proceso de producción lo más que hemos podido”. Además, hay que tener en cuenta que “el coste de producción allí es tan bajo que les permite fabricar la vacuna y hacerla asequible para los ganaderos”. De hecho, ya están fabricando dosis y están comenzando a administrarlas en algunos lugares del país. De momento, solo son unos pocos miles de vacunas, pero “estiman que son necesarias unos 30 millones al año, así que van a ir escalando la producción y es posible que se expanda a países cercanos”, añade.
Aunque queda mucho por hacer, el hito es extraordinario. José de la Fuente, Marinela Contreras y Christian Gortázar, junto a sus colegas ugandeses, lo han explicado recientemente en la revista científica Nature Biotechnology. El artículo recoge que una de las limitaciones para el desarrollo de Uganda y de otros países de África es el acceso a los productos biotecnológicos de uso agropecuario. Por eso, estos resultados pueden tener un impacto excepcional en el África subsahariana. Según los investigadores, que acaban de recibir el premio Zendal de Salud Animal 2024, hay que tener en cuenta que, con la previsible reducción de garrapatas, “también se reduce el riesgo de transmisión de patógenos a los humanos”.
No obstante, esta línea de investigación puede ir más allá del corazón del África. “El antígeno, el componente fundamental de la vacuna, está presente en muchas otras especies de garrapatas”, comenta José de la Fuente. Aunque en España y en otros países europeos no es un problema acuciante, llegado el caso, esta experiencia podría servir de base para desarrollar un nuevo producto. “Habría que volver a personalizar la vacuna, ver la huella genética que tienen las garrapatas a las que se quiere dirigir y diseñar un antígeno ajustado a esas condiciones”, explica.
De hecho, la colaboración entre el IREC y los científicos ugandeses sigue en marcha para continuar mejorando la vacuna con nuevos antígenos y adyuvantes, las sustancias que los potencian. Así, además del producto aprobado que ya se está fabricando, se ha presentado una nueva patente que “tiene mejor capacidad protectora y puede aplicarse a más especies de garrapatas”.