¿Por qué no es aconsejable tener las vacas amarradas? Esto es lo que puede suceder
Una práctica comúnmente implementada es mantener a las vacas amarradas durante largos períodos, especialmente en fincas grandes donde la detección de enfermedades puede volverse un reto. Sin embargo, esta práctica es cada vez más cuestionada debido a sus efectos adversos en la salud y bienestar del animal, lo que, a su vez, impacta la rentabilidad de la explotación. Según un artículo publicado en la revista Frisona, la tendencia de amarrar a las vacas para una vigilancia exhaustiva de su estado posparto está relacionada con una serie de problemas de salud tanto visibles como subclínicos.
Según la revista, las vacas recién paridas son particularmente vulnerables, y hasta un 75% de los problemas médicos en el ganado bovino lechero ocurren en el primer mes tras el parto.
Entre los problemas clínicos frecuentes se incluyen partos distócicos, retención de placenta, cetosis, hipocalcemia y problemas infecciosos como la metritis y la mastitis. Estos problemas no solo afectan la salud inmediata de la vaca, sino que también impactan negativamente en su producción de leche y fertilidad futura. Además de las enfermedades clínicas que presentan síntomas visibles, existen también problemas subclínicos, como hipocalcemia y cetosis subclínica, que, aunque no muestran síntomas evidentes, pueden ser diagnosticados mediante análisis y afectan silenciosamente la productividad y salud del animal.
Una de las principales razones por las cuales se amarra a las vacas es para facilitar su revisión y tratamiento en un entorno controlado, especialmente en granjas con poco personal o donde el tiempo de vigilancia es limitado. Sin embargo, la inmovilidad prolongada en las vacas puede derivar en efectos negativos que impactan su bienestar. Estudios indican que el estrés generado al no poder moverse y expresar comportamientos naturales como pastar, caminar o interactuar con otras vacas puede agravar problemas como la cetosis y las infecciones. Además, la falta de movilidad impide que los animales mejoren su circulación y su digestión, y aumenta el riesgo de cojera y otros problemas físicos.
Incremento de los problemas en granjas en expansión
Cuando una granja aumenta su tamaño sin ajustar la cantidad de personal y las instalaciones adecuadas, los problemas suelen incrementarse. El artículo de Frisona relata un caso en el que una ganadería en crecimiento observó un aumento significativo de problemas médicos, como fiebre, cetosis y desplazamientos de cuajar, entre otros. Aunque se implementaron protocolos de revisión y tratamiento, estos no lograron detener la proliferación de los problemas de salud, en parte porque la restricción de la movilidad para mantener a las vacas amarradas resultó en mayor estrés y empeoró su condición física.
Las enfermedades subclínicas y el reto de su detección
El articulo también señala que las enfermedades subclínicas como la cetosis subclínica, caracterizadas por la ausencia de síntomas visibles, representan un desafío adicional en la detección y manejo. Si bien existen métodos para su identificación temprana, como el uso de pruebas de sangre, en granjas de gran tamaño la cantidad de vacas y el tiempo requerido para realizar estos análisis hacen difícil su implementación. Así, los protocolos de diagnóstico y revisión han implicado mantener a las vacas amarradas durante varias horas, lo cual tiene efectos contraproducentes.
Afortunadamente, la tecnología ganadera ofrece soluciones para superar las limitaciones de la vigilancia tradicional y mejorar el manejo sin comprometer el bienestar de los animales. Sistemas de monitoreo con collares y sensores inteligentes que miden la actividad física, la rumia y otros parámetros permiten detectar disminuciones en el estado general de salud de manera temprana. Estos dispositivos envían alertas al ganadero en caso de anomalías en el comportamiento de los animales, evitando así la necesidad de amarrarlos y permitiéndoles moverse libremente.